sábado, 17 de diciembre de 2011

IMPROVISACIÓN DE MEDIA TARDE.

Después de tratar cada contenido de conocimiento del medio, los niños se agrupan para realizar algún tipo de trabajo colectivo, que en este caso consistía en un análisis del parque natural en el que nuestro pueblo se integra. Los alumnos debían buscar información y confeccionar un mural con lo más relevante sobre fauna, flora, recorridos, mapas, normas de gestión , etc. Completamos el proceso realizando una exposición a cada una de las restantes clases de la escuela.

Cuando el primer grupo finalizó su comunicación y subíamos a la siguiente aula, un niño dijo a otro: “eh, Samuel, ha habido una parte en la que has improvisado”. Así había sido durante unos buenos segundos en los que no recordaba qué tenía que decir y realizó una de sus primeras divagaciones orales, esas que después, versión oral o interior, van conformando la vida adulta.

La cuestión es que el primer niño decía lo de la improvisación justo al tiempo en que yo abría la puerta de la segunda clase y, súbitamente, tuve la sensación de que la vida entera era una improvisación. Sentí que improvisaba al girar la manivela y que debería improvisar cuando los dieciséis ojos que me aguardaban al otro lado de la puerta se dirigieran hacia nosotros esperando la explicación de nuestra visita.

Y así, mientras improvisaba las palabras para los dieciséis ojos y sus cuerpos, pensaba que cada día es la primera vez que vivimos ese día, que cuando ya estamos bien preparados para vivir un instante, el instante ya se ha ido. Finalmente, pensé que cuando mejor podré afrontar la vida, cuando ya la haya practicado al menos una vez, justo en ese instante estaré muerto por primera vez. Sólo nos queda improvisar y dar las gracias a Millás por sus Articuentos.